lunes, 9 de febrero de 2009

Poder y autoridad

Steven Lukes en su texto Poder y Autoridad (en: Historia del análisis sociológico. Tom Botomore y Robert Nisbet. Buenos Aires: Amorrortu, 1988)nos dice que el modo de conceptualizar el poder y la autoridad, y su relación, ha devenido en una interminable querella dentro de la teoría y la sociología política. Es así, que plantea exponer en abstracto los conceptos de poder y autoridad empleados por determinados autores dentro de contextos particulares, sus desarrollos de un pensador a otro y sus refutaciones.

El concepto de Poder

Su núcleo, común a todas las concepciones, es la idea de producción de consecuencias. Es atribuido a personas, colectividades o a veces a sistemas o estructuras, las cuales generan causalmente consecuencias. Para aplicar esta idea a la comprensión de la vida política y social se debe entender que estas consecuencias son significativas, no triviales. Es decir, que las concepciones de poder tienen que incorporar un criterio de significatividad, definir qué es lo que vuelve significativas las consecuencias producidas por A, para que se las considere poder.Para algunos autores, lo esencial del poder es la realización de una voluntad o deseo. Lo cual supone una concepción intencional del poder, que puede ser potencial o actual. Parten de agentes individuales y colectivos solo en la medida en que sea posible atribuirles intenciones (en esta perspectiva grupos como las élites no tienen poder ni lo ejercitan salvo si están unidos y persiguen conscientemente sus objetivos). Para otros, lo esencial del poder no es la intención ni tampoco la realización de la voluntad, más bien extienden el concepto incluyendo las acciones y la inacción (las cuales pueden coincidir o no con sus intenciones, si es que las tienen). Este punto de vista no solo contempla efectos no intencionales, sino diversas formas de poder individual y colectivo (poder de clase, poder estatal) que la anterior concepción no incluía.

Es así, que las concepciones de poder se pueden dividir en dos amplias categorías:

1. Las concepciones asimétricas, que consideran el conflicto (actual o potencial) y la resistencia. En las cuales el supuesto es que las relaciones sociales o políticas son de rivalidad y les es inherente el conflicto. Estas concepciones a su vez se pueden dividir analíticamente en tres distintas:

a) Las concepciones que se centran en el acatamiento, en el control (intentado o logrado) de unos sobre otros. Es esencial al poder la prevalencia de la voluntad de unos sobre otros, y por lo tanto el conflicto y la resistencia.

b) Concepciones que se centran en el poder como relación de dependencia.- B no se pliega a la voluntad e intereses de A por acciones discernibles o amenazas, sino a causa de la relación misma existente entre A y B, relación en la que B se encuentra subordinado y depende de A, sin que muchas veces interesen las acciones y objetivos de A e incluso sin su conocimiento.

c) El poder como desigualdad, es decir una concepción distributiva que se centra en las capacidades diferenciales de los actores pertenecientes a un único sistema para procurarse ventajas o recursos valorados, pero escasos. El poder en tanto es control y dependencia se mide determinando la ventaja de A y la pérdida de B, en razón del acatamiento de B. Así mismo, el poder se puede poseer y ser ejercido sin que A asegure el acatamiento de B, siempre que B sea dependiente de A.

2. Concepciones del poder en donde no necesariamente uno gana a expensas de otros, sino que todos pueden ganar. Siendo el poder una virtualidad o un logro de una colectividad. Lo cual presupone las relaciones políticas y sociales, al menos potencialmente, como armoniosas y comunitarias. Tienden a destacar los aspectos benignos y comunitarios del poder, en contraposición a los aspectos conflictivos.

El concepto de Autoridad

Tiene una doble articulación. Y supone el no ejercicio del juicio personal. Quien acepta la autoridad admite como razón suficiente para obrar o creer el haber sido instruido en ello por alguien cuyo derecho a hacerlo él reconoce. Aceptar la autoridad es abstenerse de examinar lo que a uno le dicen que debe hacer o creer. Ejercer autoridad es no tener que dar razones, sino ser obedecido o creído porque uno tiene el reconocido derecho a serlo.Entonces tenemos que:

1. El primer componente del concepto de autoridad es dar y aceptar una razón que es al mismo tiempo de orden primero para la acción o la creencia y de orden segundo que mueve a dejar de lado razones que se opusieran. A lo cual, se debe señalar que: 1. dar estas razones, ejercer la autoridad, no necesariamente es intencional; 2. que un determinado caso se considere un ejemplo de autoridad dependerá del punto de vista desde el cual se lo entienda, 2.1 puedo utilizar el término de una manera “normativa” o relativizada, juzgo si se ha dado una razón autoritativa, en contra de patrones que a mi juicio pueden ser objetivos. O 2.2 puedo emplear el término de manera “descriptiva” o relativizada, abriéndose aquí dos posibilidades: 2.2.1 Puedo individualizar qué razones son autoritativas por referencia a las creencias y actitudes de los que están sujetos a la autoridad (autoridad de facto) o 2.2.2 por referencia a un conjunto de reglas que imperan en determinada sociedad, no importa lo que crean los que participan en determinada relación (autoridad de jure). Este es el punto de vista de los teóricos del derecho y de Max Weber. 3. El tercer punto es que es posible una variación considerable con respecto al dominio de las razones opuestas que la razón autoritativa excluye. Si estoy sujeto a la autoridad, puede que se me permita actuar según mi conciencia o respetando algunos de mis intereses, o sobre la base de la autoridad de otro.Así mismo, cada atribución de autoridad va acompañada de un supuesto acerca de las circunstancias bajo las cuales se aplica y acerca de las razones que ella excluye (la autoridad puede ser absoluta en dos casos: si se aplica a todas las circunstancias y si excluye todas las razones que la contrarían).

2. El segundo componente del concepto de autoridad es la identificación del que la posee o ejerce en tanto tiene títulos para ello. Presupone un criterio que permita identificar la fuente de las preferencias autoritativas. Lo cual presupone insignias que permiten ver en qué hombre se encuentra el poder, estas pueden ser: edad, género, status, parentesco, ocupación, casta, raza, riqueza, propiedad, hazañas militares, títulos religiosos, honor, credenciales, el papel funcional, el cargo y el poder como tal. Este criterio exige que existan normas mutuamente reconocidas que permitan a las partes distinguir al que es autoritativo del que no lo es.

A la vez, concepciones diferentes de autoridad derivan de diversas ideas de sociedad, concepciones de cooperación social y de presupuestos filosóficos. Así, distinguimos tres formas de conceptuar la autoridad:

1. Autoridad fundada en la creencia, por contraposición a la ejercida sobre la conducta. Consiste en prestar asentimiento a la verdad de proposiciones porque su fuente es reconocida como autoridad. Esto abarca casos que van desde la fe ciega hasta la aceptación con fundamento racional. La autoridad se considera materia de fe sobre la base de una sabiduría especial, revelación, destreza, visión o conocimiento.

2. Podemos contraponer a la anterior, en tanto se basa en títulos especiales y aceptados, la autoridad por convención, en la cual los títulos de una persona para ser obedecida se basan en haber sido investida de autoridad por un procedimiento acordado, no por orígenes tradicionales, seres sagrados o conocimientos especiales.

3. Autoridad por imposición , en esta concepción, las razones autoritativas y las reglas de reconocimiento se imponen por medio del poder. Estas concepciones dan a entender que en las sociedades contemporáneas la autoridad es (al menos en parte) impuesta por medio del poder, sea este un control directo o se ejerza indirectamente en virtud de relaciones de poder.

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